Los seis caminos
Austin Teddler
-¿Quieres algo más cariño? – le
preguntó la mamá de Austin a su hijo.
-No gracias mamá – entonces fue a
la pista de hielo, más bien al barandal y se quedó sostenido ahí, junto a su
amigo Martin.
-¿Entonces? – Dijo Martin - ¿te
vas a morir?
-Si – dijo Austin de manera
directa, en el fondo, Austin creía que sus padres sentirían su muerte, pero al
menos tenían otros cuatro hijos, él era el segundo mayor así que esperaba no
causar tanto dolor con su partida.
-¿Cómo están tus papás? – le
preguntó Martin.
-Mamá ya no llora tanto, pero nos
ha hecho ir más seguido a la iglesia, inclusive papá va, y sabes que papá es
ateo así que es raro verlo asistir.
-Tú eres ateo.
-No seré un hipócrita Martin, tal
vez muera a los dieciséis años, pero no buscaré consuelo en la iglesia solo
para no tenerle miedo a la terrible oscuridad…
-Un milagro tal vez…
-¡Basta Martin! Sabes que eso no
sucederá, el dolor no desaparece, cada vez estoy más delgado y las terapias no
dieron resultados, me quedan a lo suma un par de semanas.
-¿Y qué lamentas no haber hecho?
-Si me preguntas por lo que creo
que preguntas…sí…lamento no haber besado a una chica, o viajado al extranjero,
o tenido una gran aventura sí… pero al menos viví en una cómoda, unida y
estable familia.
-Sabes amigo – dijo Martin – a
pesar de que solo mido 5’8”, te agradezco que siempre me hayas hecho sentir más
alto, y todo lo que no pasamos juntos, que te echaras la culpa de cuando le
robé el dulce a Bill, o cuando enterramos a Sindi en la nieve, o la convención
de mangas, nunca olvidaré las convenciones de mangas…
Austin se había dado cuenta que
su amigo había comenzado a soltar lágrimas, así que le dio un abrazo y le dijo.
-No lo eches a perder con Sindi,
recuerda que me la ganaste con trampas.
-Y gracias por haberme dejado a Sindi…
Ambos sonrieron, mientras que
cada quien se marchaba, Austin más abrigado que Martin.
-¿Amor ya quieres irte? –
preguntó la madre de Austin.
-Todavía no – dijo su hermana de
seis años.
-No te preocupes Nell, me voy
caminando.
-Está nevando mucho te resfriarás
– dijo su padre.
-Quiero una última caminata, es
mi último deseo – Austin sabía que llevaba ya pedidos cerca de veinte últimos
deseos pero sus padres siempre se lo daban.
-Está bien pero si nieva más,
busca refugio – dijeron asombrosamente ambos padres al unísono.
-Que me puede pasar, morir – dijo
Austin mientras se iba caminando a casa.
-Te queremos dijeron sus padres.
-Yo también los quiero a todos.
Entonces el siguió caminando, a
pesar de ser verano, seguía nevando en Toronto, un fenómeno poco común en esa
época del año, pero Austin quería caminar un rato.
Pasó cerca de diez minutos
caminando cuando sintió mucho frío y entro a una cafetería casi vacía solo
estaba la mesera y un anciano leyendo el periódico, la cafetería estaba bien,
así que se sentó y pidió un chocolate, el anciano, de mirada melancólica se le
acercó, se parecía al abuelo paterno de Austin, con la calva, tez blanca al
igual que su espeso bigote, y varias arrugas, este anciano vestía una gabardina
y una boina francesa.
-¿Quieres algo más Murray? –
preguntó la mesera.
-Otro moca capuchino por favor
linda – dijo el anciano y la mesera se retiró había llegado una pareja a la
cafetería y decidió atenderlos.
Austin vio como el anciano se
sentaba en su mesa sin pedirle permiso.
-¿Puedo sentarme? – preguntó el
anciano.
-Ya se sentó – dijo Austin.
-Ja niño, yo podré ser anticuado
pero todavía trato con respeto a mis mayores.
-Hay gente mayor que usted – dijo
en tono de broma Austin, pero inmediatamente se arrepintió – lo siento, es que
se parece a mi abuelo y yo…
-No importa muchacho, se cómo se
comportan los jóvenes, hace unos días yo estaba en Río bailando en una gran
fiesta, por cierto, he notado que te ves algo deprimido que te pasa.
Austin sentía que ese señor era
alguien de fiar así que se abrió.
-Me llamo Austin, Austin Teddler…
-Mucho gusto, yo soy Murray
Jenns.
-Estoy enfermo, básicamente en
fase terminal, me quedan solo unos días…
-Pobre muchacho… ¿y qué te sucede?
-El médico, mi doctor, el doctor
Ian Phillips, me dijo que tenía un tumor en el encéfalo…
-Quimio, por eso tan pálido…
-En fin, ya no me queda mucho así
que solo quiero descansar del dolor.
-El dolor no se puede evitar.
-La vida es una porquería con el
dolor.
-No hijo, la vida vale la pena
gracias al dolor, el dolor es otra sensación como la primera brisa de verano,
un helado delicioso o el pastel de manzana de tu madre.
-Mi madre prepara un pastel de
manzanas delicioso…
-Como todas las madres.
-Y usted, debe lamentar ser
anciano ya que le queda poco, así como yo lamento estar enfermo porque me queda
poco, no quisiera ser yo, es decir, nada me define, es decir soy bueno en
algunas cosas, pero en nada soy
realmente un experto, moriré sin haber besado a una chica, sin haber viajado,
sin haber tenido ya sabe que.
-Sexo.
-Si señor, sin siquiera haberme
quitado estos molestos frenos, solo me faltaban seis meses para acabar mi
tratamiento, solo seis meses…
-Hijo, déjame decirte algo – le
señalo Murray – he vivido mucho, más de lo que cualquiera creería, he hecho
muchas cosas, pero realmente, lo importante es saber conocerte, saber lo que te
hace a ti ser tu, puedes ser un presidente de un país, pero sabes que en el
fondo de toda apariencia pública, estas
tu, puedes ser un boxeador, pero sabes que en fondo estas tu, puedes ser
una cantante húngara, pero sabes que en el fondo eres tú, además a pesar de
haber vivido tanto, he resultado ser débil, no hay que lamentarse de las cosas,
sino apreciar lo que has vivido y a abrazarte a ese sentimiento, pero al mismo
tiempo continuar y divertirte en el proceso, no me queda mucho tiempo, pero es porque
estoy roto en fondo y porque no quiero más tiempos, ya viví todo lo que tenía
que vivir, espero que te vaya bien…
-Espere – el celular de Austin
sonaba era su madre y ya estaba preocupada por él – me tengo que ir – dejo
dinero, más de la cuenta seguro se paró y se despidió – fue entretenido
conocerlo Murray.
-Espera – dijo Murray tendiendo
su mano pero Austin no lo notó, ya que salió deprisa.
Austin devuelta en su casa
recibió un fuerte regaño de su mamá, pero se las arregló para ir con su hermana
mayor, Natalie a la tienda de 24 horas para ir por unos víveres, ambos fueron
en el auto.
-Y bien tonto – dijo Natalie – no
creas que porque estás enfermo te dejaré de decir tonto, tonto y enano, papá
mide 6 pies y tu eres un enano, enano.
-Y tú una niña tonta que desearía
haber sido rubia y por eso se tiño el pelo.
-Cállate enano.
Ambos fueron a hacer las compras
y cuando regresaban en el auto vieron un accidente, un hombre se había
resbalado y resultó atropellado por un conductor ebrio. Ambos se bajaron y
fueron a socorrer como otro señor que ya estaba ahí.
-¿Usted es el culpable? – dijo
Natalie.
-No el culpable conducía ese
coche azul yo venía de una reunión en mi beatle amarillo, aquel – apuntó su
coche – vi al conductor, estaba ebrio y se fue corriendo, preferí auxiliar al
herido, llamé a una ambulancia, pronto llegará, pero el hombre está muy herido,
pobre anciano.
-¿Anciano? – Austin se acercó al
herido, era Murray y la llanta le había aplastado el cuerpo de la cintura para
abajo - ¡Murray!
-Austin, quería verte antes de
decir adiós y darte esto – le tendió la mano, Austin no sabía qué hacer pero le
agarró la mano y comenzó a llorar.
-No te preocupes ya viví más que
suficiente, y mi dolor se irá en unos instantes.
-No morirás Murray.
-Ya he sido atropellado antes
créeme que no duele tanto – pero se notaba el dolor en sus ojos.
Las luces de la calle, más bien
toda la electricidad comenzaba a parpadear y pronto se fue, todo era oscuridad,
Austin no paraba de llorar.
-Ya chico no llores, disfruta tu
regalo, cuídate y…y…ya comprenderás todo…
-No quiero que te mueras Murray.
-El ciclo se repite no importa si
pierdes uno... o más… si envejeces y mu... mue… mueres…el ciclo se repite…
adiós joven, adiós pequeño Aus… ti…ti…tin.
Austin sintió como mucho aire
entraba a sus pulmones, pero por alguna razón era algo así como energía, de
repente las luces habían vuelto, el otro hombre, vestido de traje y Natalie,
separaron a Austin de Murray, todos sabían que él estaba muerto.
Diez días después, en el
hospital…
-Mañana entro a la escuela
elemental hermano – dijo Nell.
-Suerte Nell – dijo Austin –
adiós.
-Adiós enano – dijo entre
lágrimas Natalie.
-Adiós amigo – dijeron Martin,
Oscar y Sindi, amigos de Austin.
-Adiós hermano – dijo Tom, su
hermano menor de once años.
-Adiós a todos.
-Adiós Austin, sabes que lo
hacemos por ti y te queremos y siempre
te recordaremos – dijo su padre entre lágrimas.
-Adiós, Austin, te quiero hijo y
siempre serás mi bebé – dijo la señora Teddler.
-Adiós mamá, recuerda que el bebé
está en tus brazos – refiriéndose a su hermano menor, Tim, que estaba en los
brazos de su madre – bebé sé que todavía no tienes ni un año y no entiendes,
pero te quiero hermanito, adiós mamá.
Todos salieron del cuarto, Austin
había pedido que lo desconectarán, se lo pidió al doctor nuevo, Gaspar algo, ya
que el doctor Ian había muerto recientemente de un paro, murió antes que su
paciente, el nuevo doctor le había especificado que moriría en pocos minutos
luego de ser desconectado.
¿Estás listo? – le preguntó el
paciente.
-Casi no respiró y me siento muy
mal – a pesar de pesar muy poco debido a la enfermedad, Austin se sentía a la
vez liviano y pesado, pesado por el dolor.
El doctor lo desconecto, de todos
modos moriría en pocas horas, pero Austin quería evitar el dolor, recordó su
vida, que fue un joven geek, mangaka, que detestaba el ejercicio, sus decenas
de alergias, sus fracasos con las chicas y luego recordó a su familia, a sus
amigos, a Murray, la nieve que tanto adoraba, los buenos momentos, los buenos
momentos.
A las 5:44 AM, del lunes 14 de
septiembre de 2015, a la edad de dieciséis años, Austin Teddler murió.
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